Si hablásemos del dolor
tendríamos que hacerlo
de diferentes formas
porque hay más
de una norma
para su definición.
Si observásemos el afecto
que tiene un nieto
por su abuelo
no es el mismo sentimiento
al verlo morir
que cuando el padre
de ese nieto
tramita su defunción.
Si hablásemos del dolor,
de ese dolor de madre,
que al ver a su hijo
en los vicios
no puede dormir,
no es el mismo dolor
que siente ese mismo hijo
al, a veces, tener motivos
para no querer vivir.
Podríamos verlo
desde el trabajo
cuando alguien es despedido,
el dolor de la injusticia
se presenta más
entre los compañeros
que en el que se va,
y no es el mismo dolor
que siente un padre
cuando su hijo se va
lejos a temprana edad.
Si hablásemos del dolor
lo tendríamos que sentir
fluyendo
en nuestras propias
venas
para saber con
sentimientos
lo que significa
de veras.
Porque hablar del dolor,
más que de conocimiento,
es hablar de sentimientos
de un quebrado corazón,
corazón que palpita
solo por la esperanza
de que un día la bonanza
llegue a su interior.
Podríamos llevarlo
a lo físico,
como una explicación
al llanto,
porque no es sino
el quebranto
quien nos causa
un gran temor,
el que nos hace
ser cínicos
y no admitir el golpe,
porque nos duele tanto
que no lo queremos
reconocer.
Pero el cuerpo
no sabe mentir,
y nuestros ojos,
que son las ventanas
del alma,
pueden ver como
lloramos por dentro,
y entonces,
cuando ya no resistamos
nos arrojará lágrimas
y un quebrado canto.
Y así hay muchas
formas de dolor,
tantas que no
podríamos terminar
El dolor de la guerra,
El causado por el
abuso de poder
El dolor de la tierra
al no ver
sus plantas florecer
El dolor de los animales
sufrido, a veces, por los hombres
El dolor de un bebé
cuando llora
porque su madre
lo abandona
en medio de un basural
Si hablásemos del dolor
tal vez,
luego nos podamos amar.
tendríamos que hacerlo
de diferentes formas
porque hay más
de una norma
para su definición.
Si observásemos el afecto
que tiene un nieto
por su abuelo
no es el mismo sentimiento
al verlo morir
que cuando el padre
de ese nieto
tramita su defunción.
Si hablásemos del dolor,
de ese dolor de madre,
que al ver a su hijo
en los vicios
no puede dormir,
no es el mismo dolor
que siente ese mismo hijo
al, a veces, tener motivos
para no querer vivir.
Podríamos verlo
desde el trabajo
cuando alguien es despedido,
el dolor de la injusticia
se presenta más
entre los compañeros
que en el que se va,
y no es el mismo dolor
que siente un padre
cuando su hijo se va
lejos a temprana edad.
Si hablásemos del dolor
lo tendríamos que sentir
fluyendo
en nuestras propias
venas
para saber con
sentimientos
lo que significa
de veras.
Porque hablar del dolor,
más que de conocimiento,
es hablar de sentimientos
de un quebrado corazón,
corazón que palpita
solo por la esperanza
de que un día la bonanza
llegue a su interior.
Podríamos llevarlo
a lo físico,
como una explicación
al llanto,
porque no es sino
el quebranto
quien nos causa
un gran temor,
el que nos hace
ser cínicos
y no admitir el golpe,
porque nos duele tanto
que no lo queremos
reconocer.
Pero el cuerpo
no sabe mentir,
y nuestros ojos,
que son las ventanas
del alma,
pueden ver como
lloramos por dentro,
y entonces,
cuando ya no resistamos
nos arrojará lágrimas
y un quebrado canto.
Y así hay muchas
formas de dolor,
tantas que no
podríamos terminar
El dolor de la guerra,
El causado por el
abuso de poder
El dolor de la tierra
al no ver
sus plantas florecer
El dolor de los animales
sufrido, a veces, por los hombres
El dolor de un bebé
cuando llora
porque su madre
lo abandona
en medio de un basural
Si hablásemos del dolor
tal vez,
luego nos podamos amar.
Jean Machuca
Con este poema participo en el primer Concurso de Poesía de Heptagrama
No hay comentarios:
Publicar un comentario