¡Buenos días Dios!
Después de tantos años,
creo que es momento de
pasar por tu oficina.
No te traigo reclamos ni agradecimientos
Ninguna carta de plegarias ni deseos
Simplemente paso a saludar, y si quieres...
te cuento de mis viajes.
He recorrido bellos lugares,
he viajado por muchos amores,
he llorado y reído por montones.
Troté y cabalgué por tantas pasiones,
que te dejarían un nudo en la garganta.
Conocí personas buenas, malas y feas.
Estuve en las nubes del recuerdo...
La vista es preciosa y nostálgica.
Anduve por los caminos del deseo,
y te puedo decir que algunos se cumplieron.
Vi con mis propios ojos la llanura de la envidia,
pero no caminé por allí,
porque es camino que cansa a los hombres de lucha.
Fui encarcelado en la prisión del romanticismo,
condenado por mis delitos pasionales,
en mis años más inquietos.
Cuando salí del encierro, anduve errante
por senderos de hielo y cenizas
Mi corazón se revistió de fuerza y coraje
Mis pulmones se llenaron de furia,
y mis amores se fueron desvaneciendo
El dolor instaló su cama
en donde guardaba el hambre de ser feliz
Después llegué al mundo de los libros.
Allí conocí a la Poesía, quien me enseño a escribir.
Amablemente me refugió en su casa
y me presentó a sus amigos más queridos.
Ellos me convirtieron en poeta y me hicieron inmortal.
Entonces comprendí que mis viajes habían tenido sentido.
Luego bajé a la Tierra, de visita.
Vine porque quería estar más cerca
de aquellos mortales ingratos,
de fe insuficiente para ver el futuro.
Ya he recorrido tres países,
y un cuarto que no tiene piso.
En uno de ellos, conocí a una musa,
porque todos los poetas deben tener una.
Yo tuve más de una, y más de alguna
no lo supo siquiera.
La Luna, el Sol y el Viento,
estuvieron de acuerdo,
en que nos amáramos;
Ella se había convertido en mi ángel,
pero a la Tierra no le pareció
bien nuestra unión y tembló de miedo.
Y, mientras tanto, una ilusión ajena
se apoderaba de mi.
Mi estancia en la Tierra fue dolorosa y malgastada,
hasta que encontré la puerta
al Templo de la Sinceridad.
Busqué cerrajeros para abrirla
pero nadie podía.
Eran simples mortales...
almas inmaduras y complejas,
que no podían ver más allá.
De pronto, la puerta se abrió desde dentro...
y ahí estaba ella, la sirena de mis mares.
Tanto iluminaban sus ojos mis alivios,
que el dolor despertó y se levantó de su cama
Y comenzó a luchar con el brillo de su alma.
La Tierra estaba contenta.
El Sol, la Luna y el Viento, conformes.
Pero ahora el Tiempo era mi rival más poderoso.
Tantos viajes realicé,
que mi familia ahora estaba lejos.
Los he ido a visitar,
con sentimientos de obsequio.
Pero el Tiempo se ha encargado de competir conmigo,
y ahora vamos codo a codo.
Sabes, Dios... ¡Sí hay algo que te pediría!
Todos lo hacen, no veo por qué yo no podría.
Que todas las personas que alguna vez me han querido,
sean queridas y beneficiadas.
Que todos los que me han acompañado, sean acompañados.
Y que seas árbitro en mi actual pelea con el Tiempo,
para poder hacer un alto en mis viajes...
y quedarme con Ella,
y que Ella quiera quedarse conmigo.
¡Bueno Dios, me despido!
Nos vemos en Semana Santa y,
si me acuerdo... algún que otro domingo.
Jean Machuca
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